¿Puede un gran edificio generar molestias para su entorno próximo e, incluso, no tan próximo?
Nuestra experiencia nos dice que sí. Para ello nos basamos en la gran cantidad de instalaciones que hemos podido corregir con nuestros sistemas y productos.
A pesar de que los grandes edificios (oficinas, hoteles, corporativos, etc) disponen en general de un excelente sistema de extracción de gases malolientes, a menudo no pueden evitar al 100% su completa disipación, por lo que los malos olores aparecen igualmente en distintas estancias de este tipo de edificios. Los sistemas implantados conducen los gases hasta la azotea y los filtran antes de su liberación, pero esta configuración acostumbra a no ser suficiente, lo que nos lleva a responder afirmativamente a la pregunta inicial.
¿Dónde reside el problema?
Obviamente, un primer problema reside en la falta de filtros. Se confía en exceso en que la gran altura del edificio permita liberar los gases extraídos muy por encima de las construcciones colindantes. No se tiene en cuenta que los gases malolientes suelen ser bastante más pesados que el aire y que forman bolsas que las corrientes pueden trasladar a gran distancia.
Asimismo, muchas veces nos encontramos con filtros, ya sean de carbón activo o vegetales, que no responden a su función. No por falta de eficacia sino por el hecho de que no se tiene en cuenta predisponer un sistema de salida de gases que asegure la dispersión uniforme del caudal por toda la superficie del filtro, garantizando un tiempo de contacto eficaz. Instalar dicho sistema suele complicar y encarecer bastante las instalaciones. De no preverlo, dejaremos que el gas se establezca y fluya por canales preferenciales que lo colmatarán rápidamente en los puntos de salida dejando inactiva la parte restante del mismo. Conclusión: tendremos bolsas.
Por último, señalar que en alguna ocasión hemos encontrado edificios que, en función de las corrientes de aire, se han retroalimentado de sus propias extracciones.
¿Cómo solventar estos casos?
La solución que aportamos es muy sencilla, económica y resolutiva, pues nos lo afirman nuestros clientes que tenían dichos problemas y que actualmente los tienen resueltos. Se trata de inyectar aire cargado de activos tratantes en los conductos principales de extracción. Los activos tratantes se encuentran en placas de gel Biothys que reaccionan con el aire. Una vez desprecintadas empiezan a desprender los activos, que al ser de muy baja polaridad se adhieren a las moléculas malolientes, rompiendo su estructura química para provocar una atenuación o la total eliminación del mal olor.
Hay tres posibles formas de incorporar el gas tratante al conducto de salida:
1) Poner las placas directamente dentro del conducto y dejar que suelten libremente los activos tratantes.
2) Disponer una caja de ventilación externa conectada al conducto y aprovechar el efecto “venturi”. También proveer dicha caja de un ventilador que ayude a la liberación de activos y los lleve a contacto con el gas maloliente, que circula por el conducto en cuestión. Dotando la caja de compuertas regulables, podemos ejercer un cierto control en el consumo de activos.
3) Inyectar aire cargado de activos mediante un sistema de compresión programable (“Smellmesteir”) que nos permitirá determinar a priori, los intervalos de impulsión y la franja horaria en que se produzcan. De este modo el control sobre el consumo de activos es total.